¿Puede un
país vivir sin importar, es decir, ser auto suficiente obtener de sus
tierras todos los productos naturales necesarios así como elaborar todas las
máquinas, herramientas, tejidos, instrumentos, minerales y demás elementos que
podemos imaginar para la satisfacción y el desarrollo que se requieren en el
mundo actual? OBVIAMENTE NO.
Y si bien podemos sostener una respuesta diferente solo
podríamos obtenerla recreando una situación en el muy antiguo pasado, en el
cual ese país estuviera constituido por un grupo o grupos de seres humanos que
tuvieran un cúmulo de necesidades primarias que pudieran cubrirse con la pesca
o la caza para alimentarse, con árboles para cubrirse de las lluvias y el sol y
algún otro elemento destinado a cubrir sus cuerpos o partes muy reducidas del
mismo.
Por lo tanto, dejemos que
nuestra calenturienta imaginación elabore supuestos históricos siempre
insuficientes y limitados para buscar una respuesta en el mundo moderno, en el
cual los desarrollos son permanentes y las necesidades como lo dicen los textos
y lo indica la realidad, en aumento minuto a minuto, variables y crecientes e
infinitas.
No hay un solo país que
poseyéndolo todo, lo que no es posible, sea totalmente autárquico, autónomo y
por lo tanto independiente, que no tenga necesidades que solo pueden ser
satisfechas mediante el comercio internacional, utilizado para realizar en el
mismo las adquisiciones indispensables para sus falencias y al mismo tiempo,
facilitar con sus excedentes internos las necesidades de otros país mediante la
venta de los mismos.
Sintéticamente, esas
relaciones con el resto de los países conducen inexorablemente, a importar
(comprando) y a exportar (vendiendo), con un objetivo indispensable, que
el resultado global de esas operaciones resulte positivo, ya que lo contrario,
de perdurar lo conduciría a la imposibilidad de seguir adelante. Un saldo
negativo permanente terminaría con las posibilidades de continuación de
ser un país independiente.
Pero, mantener saldos
positivos, incrementándolos tiene una influencia fundamental en las
posibilidades de poseer un desarrollo creciente con el objetivo de que esa
riqueza obtenida en el comercio internacional sea utilizada en favor de las
necesidades de su propio pueblo.
Claro que la obtención de
saldos favorables en el comercio internacional al ser un objetivo a satisfacer
por parte de todos los países aparece como un imposible y, por lo tanto,
alcanzarlo depende de las posesiones naturales que posea cada país y de la
”industriosidad“ que tengan sus habitantes, impulsadas por los más adecuados
planes de sus gobiernos de turno.
Esta es la situación que
viva la Argentina actual que poseyendo productos naturales para satisfacer las
necesidades de un número muy superior a la cantidad de sus habitantes, se
encuentra no obstante limitada por las precios fijados fuera de sus fronteras,
así como por un elevado grado de extranjerización de sus unidades productivas,
que ha renunciado (¡por suerte¡) a la dependencia del capital internacional
especulativo que en el pasado reciente durante el periodo dominante del neo
liberalismo la llevaron a una crisis fenomenal, así como también por un
incesante derrame producto de una conducta antinacional y ”derrotera”, para
superar esos obstáculos y continuar su desarrollo creciente en favor de su
habitantes.
Como lo dice Alfredo Zaiat
en un artículo de página 12 del día 4/2/2012, las mencionadas son las claves a
tener en cuenta para la puesta en marcha de medidas que aseguren la
satisfacción de los objetivos nacionales que implican, en estos momentos que se
impulsen las mayores posibilidades de exportación, así como un control
eficiente de las importaciones en cuyo conjunto se hallan dos grupos
diferenciados claramente, los que sean indispensables para asegurar las
necesidades de nuestra propia producción nacional y los elementos superfluos y
por lo tanto eliminables destinados a los menores reclamos de los sectores
dominantes que deben aprender a tener los límites impuestos por los intereses
superiores. Una cosa es un “wiskey” importado y otro muy distinto, una pieza
sin producción nacional para armar una máquina
Recordemos que durante el
primer gobierno peronista una de las principales medidas adoptadas por ese
gobierno fue el de la creación del IAPI para gobernar el comercio
internacional que al margen de algún funcionamiento desviado, aseguró que
mediante ese control los objetivos pudieran ser cumplidos.
En conclusión, quienes se
quejan el control actual a las importaciones deben tener en cuenta que esas
quejas solo pueden ser efectuadas cuando perjudiquen la producción nacional,
para lo cual además deberán modificar conductas que solo atienden sus intereses
dominantes, ya que si como lo decimos más arriba, la condición de un comercio
internacional favorable es una condición sine qua non del desarrollo argentino
y particularmente el de su pueblo en general. Todo ello enmarcado en una lógica
de hierro que garantiza que solo un demente puede soñar con la realización de
una política económica basada en la teoría mercantilista de los siglos XIII al
XVII.
Sábado,
4 de febrero de 2012