Hasta
la aparición del sistema económico del capitalismo, la composición de las
clases sociales obedecía a una clasificación muy simplista y real; una de ellas
era conformada por un sector poseedor de todas las riquezas habidas y todas las
manifestaciones de los poderes de los gobiernos, con la aceptación
general de que el origen de reyes prevenía de la voluntad de Dios y, otra, la
que hoy denominamos como pueblo que habían pasado desde su condición de
esclavos, a siervos de la gleba para constituir la totalidad de los miserables
del mundo, sin derechos de ninguna naturaleza, hambrientos, derrapados y
desposeídos y ,además, sujetos a las falsas afirmaciones de la Iglesia Católica
que bajo las promesas de un mundo mejor después de la muerte los inducía a aceptar
mansamente los sufrimientos de sus miserable condición humana.
Luego, cuando apareció el capitalismo esa estrecha división dicotómica
compuesta por esas dos clases sociales, dueños de todo y desposeídos de todo,
apareció una nueva clasificación la que pasa a ser la de empresarios y obreros
la que aún tiene vigencia en nuestros días, pero con la actual complicación de
que surgió otra clase intermedia llamada clase media y a su vez la clase
trabajadora comenzó a dividirse en razón de que aun sujetos al mismo régimen de
explotación del capital las diferentes manifestaciones de los diferentes
trabajos no fabriles dieron lugar a una clase trabajadora sujeta al mismo nivel
de explotación, pero con diversas ubicaciones, por ejemplo, los de los
crecientes servicios los cuales reciben otra denominación, por ejemplo,
empleados, con el agravante de que muchos de los cuales rechazan y auto niegan
que en realidad y a pesar de recibir similar grado de explotación, se animan a
denominarse como integrantes de una clase media inferior.
Sintéticamente podríamos
asegurar que las diferentes clases sociales existentes en la actualidad
serían, los empresarios o sector dominante, la clase media superior, la clase
media inferior, la clase trabajadora cuyas características pueden considerarse
como una manifestación más transferible en el tiempo y por tanto más
identificable.
Ahora bien, si con un grado
de aceptación general en esta breve descripción histórica podemos aceptar que
cuando Carlos Marx analizó la composición de las clases sociales en el siglo 19
consideró como el sujeto revolucionario a la que en estos momentos estaba
constituida por la clase obrera, es decir, al sector humano que se desempeñaba
en los talleres y fábricas y en las explotaciones mineras y otras similares,
estuvo acertado en su elección, pero no así en la proyección de la futura
composición de la clase explotada que a pesar de ello obedecería a otra
ubicación en la composición social.
Así y a medida que fueron
avanzando las cosas, ese sujeto revolucionario según la proposición de Marx no
obedeció a posteriori con la homogeneidad supuesta por lo dicho, pero
además, dadas las diferentes condiciones de ese compuesto social conformado por
los trabajadores, sufrió las consecuencias de que en el grupo existían otras
enormes fisuras, una la de los trabajadores de cuello duro vigentes en los
países de mayor desarrollo y el resto de los países pobres que eran explotados
por los países imperiales; ventajas de esa explotación de las cuales se
beneficiaban los trabajadores de cuello duro conjuntamente con los sectores
dominantes de sus propios países. Claramente, no había ni hay
homogeneidad entre unos y otros y aquella proclama del manifiesto del 48
¡trabajadores del mundo, uníos! resultó muy difícil sino imposible de hacerse
realidad.
Podemos señalar otro
aspecto de este aspecto dicotómico del comportamiento de la clase trabajadora
que permite analizarla desde otro punto de vista, el de la clase a la que
pertenece en un momento dado y el deseo de cambiar de estado, es decir, de
clase, un impulso sicológico innegable en cada ser humano de cambiar su
situación actual a otra considerada más elevada en el contexto social.
Por eso y y considerando
los otros aspectos del pensamiento marxista tales como la plusvalía, las causales
históricas de la acumulación del capital imputadas al trabajo, el materialismo
histórico , las razones culturales que gobiernan la formación arbitraria de la
conciencia humana como ser los aspectos religiosos, consideramos que el
no acierto del que acusamos a Marx al llamar e impulsar como al sujeto
revolucionario a los obreros del siglo 19, error ante la imposibilidad
humana de prever el mundo del futuro, hay que retomarlo concitando en el
carácter de sujeto revolucionario a todos los sectores sociales sujetos a
obvios niveles de explotación por parte de los dueños del mundo que bajo el
lema ¡explotados del mundo, uníos! Impulsen a la formación de sociedades más
justas, iguales y por lo tanto libres.
Martes,
10 de julio de 2012