Hace
un par de meses nos enteramos de una
noticia mediante la cual se nos hacía saber que en el Rectorado de la UNBA se
había resuelto jubilar a todos los profesores de cualquier nivel que hayan cumplido
durante el año en curso los 65 años. Por esa resolución se decide,
arbitrariamente, dejar sin efecto otra anterior mediante la cual se autorizaba
que si la voluntad de cada docente era la de permanecer hasta los 70 años
estaba habilitado para hacerlo.
Hoy, repito, se nos anoticia de que en la UNBA se reitera LA MEDIDA
mediante la cual se procederá a jubilar, manu militari, a todos los cumplan los
65 años.
Comencemos el análisis por
la inversa, es decir, a quienes favorece la disposición comentada, justificando
las razones de que es indispensable proceder al retiro jubilatorio de todos los
“viejos” ya que en caso contrario quedaría establecido un tapón cuasi
definitivo que afectaría o mejor dicho afectará todos los jóvenes que poseyendo
capacidades y preferencias desearan ejercer las funciones de docentes
universitarios sin tener que aguardar a que todos los “matusalén” murieran o
perdieran todas las capacidades que originalmente los habilitaron para ser
profesores.
Si nos detenemos en esta
etapa del análisis es totalmente aceptable, por voluntad propia o por
imposición superior que esas cesaciones docentes deben producirse. En los
jóvenes se encuentran en general, nuevos ímpetus, renovadas capacidades y
conocimientos más actualizados y acordes con las novedades que en todos los
campos del saber científico o meramente académico y, por lo tanto, deben ser
abiertas las puertas que cerradas impiden su ingreso, favoreciendo con su
participación evitar la estratificación de los conocimientos que, todos los días,
en todos los campos, quedarían rezagados y, por lo tanto negados, a los nuevos
estudiantes.
Este tapón, insistimos no
puede ser aplicado. Recordemos para fundar más claramente esta afirmación, que
en el período anterior y aún posterior a la Reforma los profesores
universitarios designados “ad vitam” por el Poder Ejecutivo Nacional seguían ejerciendo sus funciones ajenas a
toda lógica amparados en los orígenes de sus nombramientos, más allá de todas
sus posibilidades humanas de seguir haciéndolo con los niveles necesarios; a
propósito podríamos citar los repetidos ejemplos vividos en nuestra época
durante la cual éramos alumnos que avalan y justifican lo que venimos
sosteniendo.
Analicemos a continuación
que puede pasar si sacamos el tapón, que reiteramos hay que sacarlo, qué puede
irse por el drenaje. Que pueden perder las Universidades con el inevitable
cambio, o sea por el capital docente que poseen reemplazándolo, masivamente,
por un nuevo capital basado en un derecho propio innegable.
¿Qué es el docente?
¿Alguien que posee, como históricamente ha sucedido, un título profesional que
los habilita, médico abogado, contador, y otros? ¿Que en general no ha recibido
conocimientos específicos relacionados con los aspectos pedagógicos para
habilitarlo como un “maestro” capaz de, además de poseer sus conocimientos
específicos, posea también el de saber expresarlos, trasmitirlos, cumplir con
la función de saber las diferencias entre sus niveles y cuáles son los que debe
trasmitir a sus alumnos, conocer cómo deben ser las relaciones incursas en el
complejo proceso conformado por la enseñanza-aprendizaje, cómo adecuar su
comportamiento con respecto a cada alumno y sus diferentes circunstancias, para
no pronunciar sentencias como dicen sostuvo un maestro de primaria con respecto
a un futuro Premio Nóbel de Literatura cuando le comunicó a su madre que
resultaba inútil hacerlo estudiar dada su “incapacidad mental” por el susodicho
observada? ¿O como otro opinó sobre Einstein con respecto a su incapacidad
para absorber conocimientos matemáticos? ¿O recién aprende y nunca todo lo
necesario cuando satisfechas mucho de los interrogantes enumerados y muchos más
que omitimos por amor a la brevedad,
puede satisfacer a la mayoría de ellos para recién recibirse, además de un simple
docente, en Maestro?
¿Y cómo se puede alcanzar
ese largo aprendizaje por otro método que no sea el ejercicio y el aprendizaje
permanente en una sumatoria de suma y resta, hasta alcanzar el mayor grado
posible que puede alcanzarse obligadamente mediante la experiencia, la
observación, las rectificaciones que solo pueden lograrse con el paso de los
años, de manera similar al que un artesano o un pintor aprenden a hacerlo mejor
cambiando los colores y las figuras, o usando sus manos para hacer funcionar un
torno?
Y si ese aprendizaje solo
puede alcanzarse a través del paso de
los años al mismo que transcurren los otros años, los derivados de su propia
vida, ¿cómo decidir que el proceso debe ser interrumpido por una decisión legal,
unívoca, homogénea, para todos igual, sin diferencias para buenos y malos, para
aquellos que consiguieron transformarse de meros profesionales en Maestros, que
dice, ”nada importa, cumpliste 65 años y te vas, te debes ir”, no importa el
enorme capital docente acumulado por la Universidad que se da el gusto de
tirarlo por la borda como si ese capital no fuera propio de la Institución que
ha dado las posibilidades de construirlo por lo cual esa decisión más se
asemeja a un “vaciamiento de capital” de una empresa” para desobligarse de su
patrimonio para evitar pagar a sus acreedores?. ¿O, no?
Resumiendo: creemos que las
alternativas de quitar el tapón, lo que es obligatorio, o dejarlo no es un
problema binario sino mucho más complejo
que merece un estudio profundo aplicado a la búsqueda de soluciones mejores,
mucho mejores que las que se proponen, soluciones que existen que es necesario
aplicar, lejos de la actual equivalente a un toma y daca que lejos de ser una
solución es una aberración que no debe ser aplicada.
Sábado,
26 de mayo de 2012